Aunque no es habitual, hoy quiero compartir con vosotros este escrito que nos ha hecho llegar una seguidora de blog que nos ha resultado interesante. ¡¡Disfrutadlo siller@s!!!
Quizás Franklin Delano Roosevelt no hubiera pasado a los anales de la historia como uno de los mejores presidentes de los Estados Unidos de no haber estado en una silla de ruedas. Seguramente este problema de movilidad, que le derivó de contraer la polio durante su infancia, cimentó su carismática personalidad y sus ganas de merendarse cualquier obstáculo que le saliera al paso, ya tuviera éste pintas de escalera para acceder al segundo piso de su vivienda o se tratara de la mayor crisis económica conocida hasta el momento en su país (el crack de 1929). No en vano, el presidente estaba acostumbrado a bregar con las adversidades. Sin embargo, ante el electorado, Roosevelt comparecía siempre de pie tras un atril y cuando lo hacía sentado, lo acomodaban en un sillón cualquiera para disimular su minusvalía. Tal vez entonces uno podía comerse el mundo de la política y ayudar a paliar las dolencias económicas de su país desde su sillón, pero a la opinión pública le resultaba difícil encomendar el futuro de la nación a la figura de una persona con discapacidad, porque, a su caduco juicio, éstos carecían del vigor y vitalidad necesarias para gobernar. De modo que su gabinete maquillaba su estado físico con sillones y atriles como si de un antiestético grano en la nariz se tratase.
Desde luego, el mundo de la accesibilidad ha sorteado muchos obstáculos desde 1932, año en que Roosevelt ganó la presidencia del país, y las personas con discapacidad física apenas franqueaban el umbral de su casa puesto que el mundo todavía no había desplegado la “alfombra roja” de la accesibilidad para que este sector de la ciudadanía desfilase por ella. Pero he aquí que hoy contamos hasta con una Muralla China que “agacha” su lomo milenario para que las personas con movilidad reducida puedan cabalgarla en algunos de sus tramos y con metrópolis cuyos dirigentes (algunos) empiezan a contar plataformas salvaescalerasy rampas como las del enlace por doquier en lugar de ovejas.

De este modo, desde hace unos años la Comisión Europea convoca el Premio Access City cuyo propósito es animar a las ciudades europeas a dinamitar los impedimentos arquitectónicos y reemplazarlos por oportunas rampas, aseos adaptados, ascensores y plataformas salvaescaleras, entre otras soluciones. Ávila ya ha sido galardonada con este reconocimiento, pero ya hay muchas urbes emperradas en seguirle la pista y hacerse con la mención.
Además, la Organización Mundial del Turismo, en la última edición de la Feria Internacional de Turismo (FITUR), reclamó más atención a estas cuestiones a través de su informe sobre el turismo accesible. A juicio de estos sabios del ramo, la accesibilidad no sólo afecta a ciertos colectivos, sino que beneficia al destino turístico y a la sociedad en su totalidad.
Quizás, si nos esmeramos en este aspecto, logremos poner en ruta hacia nuestro país a esos veinte millones de europeos mayores o con problemas de movilidad que han expresado su deseo de visitar España.
Sin embargo, la accesibilidad no debe quedar solo en un loable deseo de enriquecer nuestras mermadas arcas a través del turismo, sino que, por supuesto, responde al derecho que asiste a los “Roosevelt” de la época contemporánea de vivir independientes y sin sobresaltos arquitectónicos en nuestras ciudades.
De hecho, a veces son las personas con discapacidad los que, además de echar rapapolvos al Gobierno cuando éstos hacen pellas en temas de accesibilidad, los que elucubran maneras de mejorar su situación. Al menos así sucedió con Raul Krauthausen, un ciudadano alemán con una enfermedad en los huesos, que lo vuelve dependiente de una silla de ruedas, quien harto de la holgazanería de su país en temas de accesibilidad, decidió idear una aplicación que le informase acerca de las condiciones de acceso para personas con problemas de movilidad en tiendas, bares, cines, teatros, entre otros puntos de interés. El ingenio, bautizado como Wheelmap.org, comenzó a rodar en 2011 y a fecha de hoy atesora información de más 300.000 emplazamientos del mundo, además hace gala de un ritmo demencial pues se incorporan diariamente a su base de datos unos 200 establecimientos gracias a la aportación de los mismos usuarios. Por supuesto, la aplicación tiene don de lenguas y se encuentra disponible en 21 idiomas. Desde luego, se ha convertido en una excelente herramienta y su existencia es todo un canto a la libertad para este sector de la población.
En España también han florecido estas ayudas tecnológicas. Así, la Fundación Centro Nacional de Tecnologías de la Accesibilidad (CENTAC) ha ideado Accentac, una aplicación de realidad aumentada que suministra información acerca de la accesibilidad en espacios públicos. Ésta se puede descargar desde la App Store de Apple y se encuentra disponible tanto para dispositivos iOS, como para el sistema Android.
Por lo tanto, si Roosevelt anduviera ahora con su silla de ruedas por los pasillos de la Casa Blanca camino de su puesto de trabajo en el Despacho Oval, seguramente ya no recurriría a los atriles para esconder su condición de minusválido, sino que él mismo descendería las escaleras de la mítica residencia con ayuda de su plataforma y se ocuparía de que su silla de ruedas siempre luciera impecable ante la prensa, de modo que si unos “salen del armario”, otros “salen de detrás de los atriles”.
Escrito por Ana Durá