La mayoría de padres y madres con discapacidad coinciden en reconocer que en el momento en que decidieron tener hijos se plantearon si el hecho de ir en silla de ruedas les permitiría ser autónomos para atenderles durante los primeros años o cómo superarían ciertos obstáculos naturales de la lesión que padecen. Sin embargo, estas pequeñas dudas no fueron determinantes a la hora de tomar la decisión ya por encima siempre estuvieron las ganas de ser padres.
Es cierto, sin embargo, que «en algún momento puntual he necesitado apoyo«, reconoce Iñaki (padre de Jon, de ocho años). Del mismo modo, Pepa (madre de una niña de tres años y otra de seis meses) nos cuenta que «se necesita ayuda de otras personas en ciertos momentos, como cuando mi niña comenzó a andar y los vecinos de mi comunidad la ayudaban a dar sus primeros pasitos porque a mí me resultaba difícil«. Javier (padre de dos mellizos de seis años), en cambio, dice que hace «casi todo igual que una persona sin discapacidad, excepto algunos deportes físicos, claro«.