El pasado mes de abril, tuve la oportunidad de visitar diferentes rincones de Asturias en compañía de mi perra guía, Ivy, lo que me permitió entender el porqué su slogan de Asturias paraíso natural, y descubrir que esta tierra es mucho más que los Picos de Europa y espectaculares extensiones de costa.
Comenzamos con una visita a pie en la efervescente ciudad de Gijón, guiados por Liliana Ausín, quien, a lo largo de toda la ruta, nos describió los diferentes puntos de interés y nos contó la historia de la ciudad y costumbres de sus habitantes.

Gijón está en el centro de la costa cantábrica asturiana, en una bahía que está dividida por la península de Cimadevilla, que separa la Playa de San Lorenzo, al este, del Puerto Deportivo y las playas de Ponente y de Arbeyal, al oeste. Tiene mucho que ver y visitar, por lo que este viaje fue un abreboca, que disfrutamos a tope, pero nos dejó con la miel en los labios, así que seguro que volveremos.

En esta ocasión, primero, recorrimos el paseo del Muro de San Lorenzo, que está junto a la playa del mismo nombre. Conocimos la Monumental escalerona, situada en la escalera número 4 de acceso a la playa de San Lorenzo y punto de encuentro de los gijoneses. caminamos por los Jardines de la reina y nos hicimos la tradicional foto junto a ‘les Letronas’, emblema de la ciudad. Alucinamos con el Árbol de la sidra, un árbol construido con 3200 botellas recicladas de sidra, que representa el consumo anual de vidrio de 100 familias y con el relato de que cada año la última semana de agosto, durante el Festival de la Sidra Natural, se celebra el récord mundial de escanciado de sidra simultáneo en la playa de ponente, reuniendo a más de 9000 personas.

Asimismo, descubrimos que en Gijón las frases están plagadas de palabras terminadas en ‘ina’, ’ín’, ‘ón’ y ‘ona’, por lo que ellos le ofrecen agua a mi ‘perrina’, beben ‘sidrina’ y se despiden con un abrazón o un besín; y que ‘prestar’ significa agradar o gustar.
Otras experiencias que no os podéis perder en Gijón son pasear en el Cerro de Santa Catalina y callejear por la ciudad, que por cierto es bastante accesible al tener a ceras y paseos anchos y uniformes, ser la gente sumamente hospitalaria, y tener muchos semáforos con sistema acústico, eso sí, se activan con el mando de la ONCE.

El cerro de Santa Catalina me ‘prestó’ mucho, ya que se puede pasear, descansar en algunos de sus bancos, divisar excelentes vistas de la ciudad y disfrutar de la experiencia multisensorial de la escultura de Chillida “El Elogio del Horizonte”. Allí viví una experiencia única al percibir la inmensidad del cielo y el mar, oliendo ese aroma tan característico de la brisa marina , escuchando la fuerza del agua al golpear contra la tierra y sintiendo los rallos de sol y el viento. Sin duda, este es un rincón para escapar del la vorágine de la urbe y deleitarse con una panorámica espectacular de Gijón.

Finalmente, como os decía, la mejor manera de conocer una ciudad es pateándola, callejeamos por el centro y la zona de los pescadores. Visitamos la oficina de turismo, donde me dieron una guía en braille de la ciudad y compramos los tíquets para uno de los tours más originales que he hecho, el ‘Gijón Goloso’, por el nombre ya os imaginaréis de que se trata, pero os cuento… Consiste en visitar una serie de confiterías y catar un dulce en cada una de ellas: te entregan un folleto con la lista de sitios, su historia y dulce estrella, y el turista elige a cuales quiere ir. Fui afortunada, porque además de disfrutar del tour, la guía nos seguía contando los entresijos de cada local y cada rincón por el que íbamos pasando.
Terminamos la jornada satisfechos y con ganas de más, continuando el viaje a la singular ciudad de Avilés y a varios sitios que en próximas entradas os iré contando.
Escrito por Zuriñe de Anzola.
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