De vuelta otra vez en uno de los rincones más bonitos de Asturias, Gijón. Siempre que visitamos la ciudad descubrimos algo nuevo y volvemos a disfrutar de lo ya conocido, pero que siempre deja muy buen gusto de boca. Y nunca mejor dicho, jajajajaja, ya que en Asturias se come y bebe muy bien JJJ.

Llegábamos a Gijón a primera hora de la tarde, dispuestos a disfrutar de un gran fin de semana. Dejamos las cosas en el Hotel Silken Ciudad de Gijón, accesible y con varias habitaciones adaptadas, donde teníamos nuestra base de operaciones y habíamos quedado con el resto de la gente.
El grupo lo formábamos nosotros, Luis (persona ciega con bastón), Rosana (una de nuestras cicerones en esta visita), Diana y Giovanna representantes de agencias de viajes. Como ya nos conocíamos todos anteriormente, fue un placer juntarnos y disfrutar unos días como amigos de cuadrilla.
Primera parada, el Acuario de Gijón, un lugar donde descubrir toda la fauna de los mares del mundo, Costa Cantábrica y ríos asturianos. Como siempre super interesante, sobre todo para Luis, ya que con su zona “toca toca”, pudo acariciar estrellas de mar, erizos de mar y pepinos de mar, entre otras cosas, pudiendo hacerse una idea más cercana de lo que los demás estábamos viendo. Cierto es que lo demás no estaba preparado para él, pero esto supuso toda una experiencia.

Después de esta primera toma de contacto, nos estaban esperando para visitar la playa accesible de poniente y el centro histórico de la ciudad “el barrio de Cimavilla”.

El barrio es bonito lo mires desde donde lo mires, nosotros accedimos por la zona de poniente y allí estaba para darnos la bienvenida, “el Infante Don Pelayo”, primer rey de la monarquía asturiana y escudo de la ciudad. Cruzamos por la Plazuela del Marqués a la Plaza mayor, donde pudimos ver la salida de una boda, con sus gaiteros y todo, que bonito nos pareció……

Tomamos una de las callejuelas que subía y nos fuimos hacia la casa de Jovellanos, viendo por el camino los restos de la antigua muralla romana. Se puede callejear subiendo, por este antiguo barrio de pescadores, asentamiento romano, centro cultural, histórico y productivo (fábrica de tabacos incluida) de la ciudad, pero sus calles tienen bastante pendiente para recorrerlas, por lo que en ocasiones es necesario un motor o ayuda de alguien que empuje la silla.

Coronando todo el barrio, se encuentra el Cerro de Santa Catalina, zona ajardinada que alberga una escultura de Eduardo Chillida, “El Elogio del Horizonte”. Pero para llegar a esta zona, es mejor hacerlo en coche, ya que la pendiente y el acceso es muy complicado.
Por sus calles se encuentran montones de bares y restaurantes con terraza, en los que se vierten litros y litros de ese caldo asturiano para disfrutar entre amigos que tanto nos gusta, la sidra, uuunnnnmmmmm que rica!!!!.
Además, suerte la nuestra, jejejeje, eran fiestas del barrio de Cimavilla y estaba todo decorado con motivos marítimos hechos de material reciclado, como medusas, caballitos de mar, peces, etc. Una chulada, que hacía la visita todavía más agradable.
Ya de bajada, tras haber conocido toda la historia de este barrio, que no es poca, llegamos otra vez a la Plaza Mayor, pero a la otra esquina, que da a la plaza de San Lorenzo, La Iglesia de San Pedro y Las Termas Romanas. Que además si las visitas al atardecer, tienes una foto muy bonita de la zona.
Y para acabar el día, a cenar a un lugar que me encanta, la Sidrería Tierra Astur. El lugar es súper bonito, se come de maravilla a precios asequibles y encima tiene baño adaptado,

¡¡¡Que más se puede pedir……!!!, Solo una cosa,
Cenar con amigos bien avenidos y disfrutar de una buena cena, buena bebida (sidra como para una boda) y de la compañía sin acordarnos del tiempo. Este sí que es uno de los grandes placeres de la vida JJJ.
Escrito por Kity.
Descubre el viaje completo en los siguientes enlaces:
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